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Una  mirada

Isabel Saravia

2006

 

Yo, la Araucaria Madre, he estado muy tranquila por un largo tiempo,  hasta que llego un hombre de cabellos blancos, mirando todo y tomándonos retratos a cada una de nosotras,  tenía aspecto cansado; fue un largo paseo.

 

Después pasaron otros personajes a visitarnos,  unos hombres de gesto calculador,  cada una de nosostras era evaluada como trozos para el aserradero.

 

Así,  vimos que el hombre de cabellos blancos se fue alejando pensativo, para luego entrar en una febril actividad en conjunto con su familia.  A mucha gente les fue mostrando nuestros retratos y contándoles de nuestras bellezas y que no era posible permitir que nos transformaran en madera o leña.    Sin duda, nuestro aliado era éste, Francisco,  que junto a otras y otros estaban dispuestos jugársela  por  nosotras, las araucarias y todo nuestro entorno.

 

Pero este juego desde su partida no fue fácil.  Francisco estaba tan preocupado cuando se le perdieron $500.000 del dinero que traía para comprar la tierra.  El ayudante del bus en que viajaba desde Santiago, le devolvió el fajo de billetes horas después que se había bajado del bus.    Esa es la suerte del bosque.

 

Nuestros dueños de ese entonces, era gente que tenía sus pleitos y los llevaron durante toda la negociación, hasta el último minuto de la firma de los papeles. Me contó el loro conversador cómo Francisco trataba de convencer a todos para que nos traspasaran a la propiedad de él y sus amigos,  todo fue una zozobra.   Fíjate, me decía el loro:  después de todo un largo día con los abogados en Villarrica,  desde las  mismas 9 de la mañana hasta después de la 7 de la tarde,  lograron llegar a  acuerdo, te das cuenta!!!   Francisco  estaba agotado, pero feliz,  llamó a Santiago:  Lo logramos!!! 

 

Nosotras las Araucarias y especialmente yo,  la más vieja,  estábamos conmovidas...... es la posibilidad de permanecer y poder contar nuestras historias a quienes quieran escucharlas;  los hijos, los nietos los bis y así por el tiempo.

 

Tiempo después empezó a venir a observarnos un hombre menudo, siempre acompañado de sus perros y muchas veces acompañado por nuestros amigos que se dicen “socios de la Madre Selva”.    El John a menudo, la Alicia, El Coco, la Francisca, el Lucho, la Amanda, Francisco muchas veces, la Lala, la Isabel, etc.  Todos sin excepción nos miran embobados y miran en silencio todo nuestro alrededor,  escuchan al pájaro carpintero, observan al pato cauquen en las lagunas con la familia cauquen,  dicen, aquí paso una huiña!!!!!

 

 Vienen cuando el sol nos inunda,  cuando los loros hacen caer los piñones o cuando se inician las nieves que nos deslumbran.  Vienen todo el año, siempre observándonos.

 

El hombre menudo, Karl, da las instrucciones de cómo nos deben tratar, a eso le llaman estudio ecológico .  Mucho discuten, que si pueden bañarse en las lagunas sin precauciones o si deben tener un muelle,  qué y cómo hacer con las aguas servidas, ni hablar como se agitan frente  al tema del tamaño de las casas que algún día dicen construirán en la parte de abajo,  pero es  sorprendente como todos quieren tener un gran espacio “privado”: llegan a acuerdos.  Sí,  5000 metros cuadrados para cada uno.   Pero lo más divertido es que todo eso por vernos a nosotras!!!

 

Así siempre mirándonos, aunque sea a la distancia,  se organizan.  Una Sociedad, una directiva y empiezan a enredarse en toda suerte de trámites, legalidades, impuestos,  reuniones interminables,  discusiones lateras y cuentas horribles.  El socio que debe,  la escritura que falta, los niños que no pueden ser miembros de una sociedad, el que vende su derecho a observarnos,  la ley que dice.....

 

Además son divertidos porque tienen la manía de registrarlo todo,  acta por esto -acta por aquello.  La Lala escribe y escribe y después pega los escritos en un libro rojo empastado,  donde no lo lee nadie....

 

Cuantas veces hemos visto pasar al John.  Es un hombre aficionado a caminar y a los caminos, buscando senderos,  rutas a las termas,  camino a los miradores y por sobre todo un camino que los deje llegar hasta sus casas y espacios soñados.

 

Veo como Francisco, Lucho y Lala recorren, miran el terreno, observan las vistas generales, conversan de los accesos, se dicen unos a otros:  Este es el mejor lugar para nuestra cabaña comunitaria, asoleada, protegida y mira la vista que tiene a la montaña de araucarias ahí al frente, le da el sol!  Así se lo pasaron horas imaginandose su proyecto de “casa”  para vernos a nosotras.  Pero todavía no habían conversado de la cabaña del cuidador:  Sí,  esa queda bien ubicada cerca del acceso, en el planito, protegido,  junto a la entrada......  Todos sueñan.  Cuando vienen Lala con Isabel pierden la cabeza y se inventan el “mirador de nubes”, se ríen y le dice una a la otra: sí, es cierto, este es el  mirador de nubes,  porque en medio del camino del bosque no ves el cielo.

 

Francisco mira el estero calculadoramente.  ¿Cuánta  agua habrá aquí?  ¿Cuánta agua podremos solicitar para que el Estado nos otorgue la merced y tengamos derecho a beber del agua de las araucarias?    Francisco se esfuerza y calcula, mide, recorre el cauce y presenta la solicitud de agua.  Pero “los caminos de Madre Selva son cuesta arriba” y no les dan el agua.  Les dicen: ya está toda pedida.   Isabel  parte a Temuco con todos los argumentos imaginables a conversar con el Director:  Sr. nosotros la necesitamos,  es el agua más querida por nosotros porque es de la MADRE  SELVA,  con un poquito nos alcanza.  Como el bosque tiene suerte,  les dieron una segunda opción de solicitarla y cuidadosamente van a preguntar de tanto en tanto ¿cuándo nos darán el agua para beber de las araucarias?

 

Un día me vino a contar el pájaro, carpintero que con la cabeza a dos manos reflexionaba el socio abogado para resolver los infinitos problemas de estos cófrades enredados:  Que difícil hacer esta sociedad con niños, sin fines de lucro, montón de extranjeros, reglamentos, comodatos,  ¿a quién se le ocurriría?

 

Pobres,  todos  hacen esfuerzos enormes para  vernos, observarnos,  retratarnos, relacionarse con nosotras.  Me pregunto ¿en qué momento las mujeres y los hombres han perdido la intimidad con su propia naturaleza?  ¿por qué tendrán que hacer todos estos esfuerzos sólo para que ellos y sus descendencias, nos vean como contamos historias y cuentos del pasado ancestral?   Bueno,  una joven y hermosa niña araucaria  me dice:  porque es la única forma, en que estas personas así organizadas, puedan resguardarnos para que podamos contar nuestra historia por siempre.

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